Crítica del nuevo documental de Lois Riess: cómo no atiende a las víctimas de abusos y cómo afecta al feminismo

Crítica del nuevo documental de Lois Riess: cómo no atiende a las víctimas de abusos y cómo afecta al feminismo

El documental sobre crímenes reales de HBO I’m Not a Monster: The Lois Riess Murders resulta ser un paso en falso sensacionalista. Socava los esfuerzos de los sobrevivientes de abusos, los defensores de la salud mental y el movimiento feminista. En lugar de brindar información sustancial, el documental pasa por alto cuestiones críticas y ofrece a Lois Riess una plataforma que distorsiona la verdad.

Advertencia: menciones de asesinato, abuso y adicción.

Lois Riess se hizo famosa por asesinar a su marido, David, en Minnesota antes de emprender una huida a través del país. Durante su huida, se hizo amiga de Pamela Hutchinson y posteriormente la mató en Florida para asumir su identidad. Esto dio lugar a una persecución a nivel nacional que concluyó con su arresto en Texas. Riess se declaró culpable, evitando un juicio que dejó muchos aspectos del caso ambiguos, hasta ahora.

Un elemento problemático del documental es que se centra en la propia Riess, lo que presenta una narrativa engañosa. Ella afirma haber estado en un “estado de desmayo” durante sus actos atroces, afirmando que la agitación emocional y su adicción al juego la hicieron incapaz de recordar o controlar su comportamiento. Llama la atención que no pueda recordar ningún detalle de los asesinatos pero que pueda contar con precisión el monto exacto de su herencia hasta el último centavo.

Riess alega que el maltrato de su marido la empujó a cometer estos delitos. Las pruebas contrarias sugieren que muchas de sus acciones se debieron a sus propios problemas, incluida una grave adicción al juego que se salió drásticamente de control. Incluso se enfrentó a consecuencias legales por malversar miles de dólares de su hermana, a quien se suponía que debía cuidar. En respuesta a una pregunta sobre esto, Riess pareció no darse cuenta y exigió al entrevistador que dijera explícitamente que robarle a su hermana estaba mal.

El documental no aborda el peligro de asignar apodos extravagantes a los criminales o de simplificarlos hasta convertirlos en estereotipos superficiales. Es desalentador presenciar la propagación de este tipo de narrativas, ya que permiten a la sociedad pasar por alto señales de advertencia cruciales cuando los perpetradores no encajan en la imagen normativa de un “individuo peligroso”. Permitir que Riess simule ignorancia solo realza su imagen pública y disminuye el profundo impacto de sus atrocidades contra sus víctimas.

Etiquetar a Lois como “abuela asesina” trivializa el horror de sus acciones. Esas tácticas tienen como objetivo sensacionalizar la historia, pero la narrativa no necesitaría adornos si el documental cumpliera con su propósito previsto. Además, emitir un anuncio de contratación para la Oficina del Sheriff del Condado de Lee fue totalmente inapropiado. Cuando lo emitieron al comienzo del segundo episodio, me pregunté si había elegido el programa correcto. ¡Esos tres minutos podrían haberse aprovechado mejor para una campaña de salud mental, una línea directa para víctimas de abuso doméstico o incluso una iniciativa contra el juego!

Al permitir que Riess narre su relato sin ofrecer contradicciones suficientes a su engañosa representación, el documental en última instancia falla tanto a los sobrevivientes de abuso como a los defensores de la salud mental. Muchas personas que luchan contra el abuso o los problemas de salud mental enfrentan sus desafíos día a día. Sin embargo, aquí tenemos a alguien que usa incorrectamente esas mismas luchas como justificación para sus acciones asesinas. Esta tergiversación es un golpe significativo para los esfuerzos del movimiento feminista por obtener reconocimiento y apoyo.

Al menos el documental avanza un poco al yuxtaponer las afirmaciones de Riess con imágenes de vídeo y relatos de testigos oculares, revelando una narrativa diferente. En lugar de mostrar signos de estar rota o atormentada, Riess se dedicó al juego y a la bebida, comportándose de manera encantadora y divertida después de ambos asesinatos. Los testigos la describieron como coqueta y vivaz. Además, se le encontró un «kit de asesinato» al momento de su arresto, lo que indica que estaba preparada para matar de nuevo.

Independientemente de la situación de su marido, Lois Riess cometió un asesinato calculado de Pamela Hutchinson, algo que el documental minimiza de forma evidente. El enfoque en el robo de identidad como motivo recibe una atención insuficiente, lo que disminuye la gravedad del asesinato de Hutchinson. En cambio, el documental dedicó más tiempo a la oficina del sheriff para analizar por qué se vieron afectados personalmente por el crimen. Si bien aprecio la seriedad de las fuerzas del orden al abordar el crimen, me resulta difícil comprender cómo esto tiene más peso que las voces de la familia y los amigos de Pamela Hutchinson.

En definitiva, I’m Not a Monster: The Lois Riess Murders no logra tocar la fibra sensible. Permite que Riess dirija la narrativa mientras trivializa el daño genuino que infligió. En lugar de centrarse en cuestiones urgentes como la salud mental en relación con el crimen, la violencia doméstica y los estereotipos de género, concluye como una historia superficial que es más dañina que beneficiosa para la sociedad. Las víctimas, los espectadores y las comunidades afectadas merecen una representación mucho mejor.

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