
[Este artículo contiene spoilers sobre el remake de acción real de Blancanieves.]
La controversia en torno al remake de Blancanieves
Rachel Zegler desató un gran debate al hablar sobre su elección como protagonista de la nueva versión de Blancanieves de Disney para 2025. Sus críticas a la representación de la fuerza femenina en la película original de 1937 generaron reacciones negativas en redes sociales. A pesar de la controversia, las reflexiones de Zegler resaltan la necesidad de una reinterpretación moderna de las historias que conecte con el público contemporáneo.
La necesidad del cambio
De igual manera, el actor Peter Dinklage expresó su preocupación por revisitar una narrativa donde una bella doncella interactúa principalmente con siete enanitos. Tanto Zegler como Dinklage plantean argumentos válidos: cualquier remake exitoso debe abordar temas obsoletos y ofrecer perspectivas nuevas.
Un acto de equilibrio para rehacer un clásico
La nueva versión de Blancanieves busca un delicado equilibrio, ya que busca rendir homenaje a su predecesora y, al mismo tiempo, forjar un nuevo camino. Esta adaptación de acción real busca conservar la esencia encantadora de la original, a la vez que apela a la sensibilidad moderna, una iniciativa que refleja un cambio crucial en las preferencias narrativas.
Historias y personajes ampliados
Si bien la nueva versión mantiene la icónica trama de la historia —presentando a la bella Blancanieves (Rachel Zegler) enfrentándose a la celosa Reina (Gal Gadot) y forjando lazos con sus compañeros enanos—, la historia de amor recibe una renovación significativa. Se acabaron los elementos pasivos; Blancanieves persigue activamente sus deseos en lugar de esperar a su príncipe. Entra Jonathan (Andrew Burnap), un carismático bandido que recuerda a Flynn de Enredados de Disney.
Aunque Zegler y Burnap exhiben una química admirable, la dependencia del «beso de amor verdadero» para revivir a una Blancanieves envenenada resulta sorprendente. La noción retrógrada de necesitar un hombre para salvar a una mujer resulta menos relevante en el panorama narrativo actual, lo que resta valor al tono, por lo demás progresista, de la película.

Desarrollo del personaje: El caso de Dopey
En contraste con el romance renovado, la representación de Mudito genera inquietud. Si bien los siete enanitos aparecen en la película, el término tradicional «enano» brilla por su ausencia. En cambio, la representación visual opta por un estilo polémico y fotorrealista. Un cambio importante involucra a Mudito, quien, a diferencia de su homólogo animado, ahora posee voz. La película comienza con un montaje narrativo que revela que Mudito (con la voz de Andrew Barth Feldman) narra la historia de Blancanieves, culminando en un arco argumental inesperado donde vocaliza gracias al apoyo de Blancanieves.
Cambios adicionales y nueva música
Las revisiones van más allá de los personajes principales; Jonathan es retratado no solo como un interés amoroso, sino como parte de un grupo de artistas que defienden causas nobles, como honrar al difunto padre de Blancanieves. Además, la película presenta varios números musicales nuevos, aunque estos carecen del encanto de los clásicos originales, a pesar de incorporar nuevas letras de los compositores Benj Pasek y Justin Paul.
Nostalgia vs. Sensibilidad Moderna
Al rehacer Blancanieves, Disney se adentra en la compleja esencia de la nostalgia, al tiempo que aborda elementos problemáticos presentes en obras anteriores. Películas como La Dama y el Vagabundo y Dumbo se enfrentaron a un escrutinio similar por su insensibilidad cultural, lo que obligó a Disney a modernizar estas narrativas con responsabilidad.
El reto reside en reimaginar cuentos entrañables sin distanciar a los fans que aprecian las películas originales. Esta nueva adaptación de Blancanieves busca desafiar y satisfacer las expectativas, pero corre el riesgo de diluir su impacto al intentar complacer a todos y generar una mínima conexión emocional.
Reflexiones finales
En definitiva, si bien la nueva Blancanieves busca subvertir las narrativas tradicionales del clásico de 1937, conserva elementos que pueden resultar anticuados. La película ilustra la lucha constante de Disney con su estrategia de remake: equilibrar la nostalgia con el deseo de una narrativa progresista, lo que a menudo resulta en una experiencia confusa y sin un rumbo definido.
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