A pesar de su tibia recepción por parte de los críticos tras su estreno, Se7en ha ganado una importante aclamación a lo largo de los años, transformándose en un éxito inesperado y asegurándose su lugar como una de las películas más destacadas de la década de 1990. Dirigido por David Fincher, este thriller psicológico ahora es celebrado no solo por su narrativa atrapante y sus impresionantes actuaciones, sino también por su tono oscuro y su impactante giro en la trama.
La trama sumerge a los espectadores en una ciudad sin nombre y plagada de crímenes, donde acompañamos al teniente detective William Somerset (interpretado por Morgan Freeman), que está a solo una semana de jubilarse. Junto a él está el entusiasta pero inexperto detective David Mills (Brad Pitt), que acaba de mudarse a la ciudad con su esposa. Su investigación gira en torno a una serie de asesinatos grotescos inspirados en los siete pecados capitales, que finalmente los llevan a la enigmática y siniestra figura conocida como John Doe. Cada asesinato en la película está meticulosamente orquestado y es profundamente inquietante, aunque curiosamente, la violencia en pantalla es limitada, con solo un asesinato representado durante la película.
El único asesinato en pantalla en Se7en
La muerte de John Doe: parte de una estrategia inquietante
Aunque la investigación se profundiza a medida que Somerset y Mills se acercan a John Doe, este evade la captura hasta que la víctima de la manada, una modelo desfigurada que finalmente se quitó la vida, lo lleva a entregarse. La intención de Doe era alegar locura si lo escoltaban a un lugar donde estaban escondidas las dos últimas víctimas, que representan la envidia y la ira. Mientras viajan, Doe revela su retorcida creencia de que fue elegido por Dios para ilustrar la indiferencia de la humanidad hacia el pecado, lo que resulta en su falta de remordimiento por sus acciones.
El giro culminante de la película revela que Doe encarna la envidia, desencadena una cadena fatal de eventos y comparte una revelación impactante sobre la esposa de Mills, Tracy. Doe insinúa que la ha asesinado y colocó su cabeza en una caja entregada a Mills. Doe manipula a Mills para que acepte la ira, provocándolo sobre el trágico destino de su esposa hasta que Mills finalmente sucumbe a la rabia y asesina a Doe . Este asesinato en pantalla marca un cambio significativo en la película y es sorprendentemente el acto menos brutal representado en toda la película.
Las víctimas de John Doe: un retrato del sufrimiento
La brutalidad de la tercera víctima de John Doe
Cada asesinato orquestado por John Doe está marcado por una creatividad inquietante, que obliga a representar diversos pecados. La primera víctima, una representación grotesca de la glotonería, es un hombre obeso obligado a consumir alimentos hasta su muerte. Después de él, una víctima que simboliza la avaricia se ve obligada a extraer medio kilo de su propia carne bajo una presión horrible.
Sin embargo, el acto más cruel de Doe bien podría ser la prolongada tortura infligida a Theodore Allen, un traficante de drogas y pederasta con un pasado problemático. Doe secuestró a Allen y lo encarceló durante un año, confinándolo a una cama y dejándolo en un estado deplorable. La restricción fue parte de la espantosa narrativa de Doe, ya que posicionó a la policía para encontrar a Allen exactamente un año después de su secuestro.
Cuando Mills y Somerset descubren a Allen, éste se encuentra demacrado y rodeado de ambientadores para ocultar el hedor a los vecinos. Aunque Allen estuvo en cautiverio con una vía intravenosa, los médicos más tarde lo declararon con muerte cerebral, al descubrir que se había mordido la lengua en un estado de desesperación. Este tormento metódico hizo que Allen tuviera que «vivir» su pecado de la forma más extrema posible; si bien no era inocente, su sufrimiento a manos de Doe contrasta dolorosamente, estableciendo un legado mucho más desgarrador que la muerte misma. A pesar de no mostrarse en pantalla, la terrible experiencia de Allen sigue siendo el crimen más inquietante de la película.
La ausencia estratégica de violencia en pantalla en Se7en
Aprovechar la imaginación: el espectro de la violencia fuera de la pantalla
Se7en evita con maestría la necesidad de representaciones gráficas de la violencia para transmitir su esencia impactante. Al relegar la violencia a incidentes que ocurren fuera de la pantalla, la película aumenta el suspenso y atrae la imaginación del público, provocando una herida que a menudo es más profunda de lo que la brutalidad en pantalla podría lograr. Esta decisión artística no solo preserva el enigma de la identidad de John Doe, sino que también amplifica la incomodidad del público ante los acontecimientos que se están desarrollando.
En definitiva, aunque la muerte de John Doe está vinculada a otro pecado, se destaca como el momento menos intenso de la película, lo que subraya la absoluta depravación de los otros acontecimientos. Esta elección estratégica refuerza el giro culminante de la película, haciendo que la muerte de John Doe sea el único asesinato presenciado visiblemente, aunque, paradójicamente, no logra brindar justicia adecuada a su letanía de pecados.
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