Después de cada elección, se convoca a las mujeres a encarnar la fuerza. Ya sea que enfrenten una derrota o logren avances históricos, la expectativa sigue siendo la misma: debemos ser resilientes. Los acontecimientos recientes han ilustrado crudamente la preocupante realidad de que una parte significativa de la población estadounidense parece preferir a los hombres, incluso a aquellos con dudosas posiciones legales y morales, por sobre las mujeres líderes. Esta misoginia generalizada es una preocupante corriente subyacente que sigue poniendo en peligro nuestro progreso.
Desconcertados por las persistentes adversidades que enfrentan las mujeres, uno no puede evitar preguntarse: ¿cuándo superaremos estos desafíos sin precedentes? ¿Por qué los grupos marginados, incluidas las personas transgénero, mantienen listas de espacios seguros? Los resultados electorales de este reciente ciclo electoral apuntan a prejuicios profundamente arraigados: si bien Donald Trump obtuvo tanto el voto popular como los votos del colegio electoral en 2020, los había perdido ante un contendiente masculino blanco apenas cuatro años antes. La misoginia y el racismo son fundamentales para comprender la dinámica en juego, alimentando a los partidarios que defienden el statu quo mientras silencian las voces preocupadas por sus derechos.
Resulta desalentador que nos recuerden constantemente que las mujeres supuestamente tienen igualdad de oportunidades cuando el sexismo sistémico sigue socavando nuestro ascenso al poder. Pensemos en el historial de Trump: ser un delincuente convicto y un presunto depredador sexual fue algo intrascendente para muchos votantes, simplemente porque no es mujer. Si Kamala Harris fuera un hombre, ni siquiera un hombre blanco, es razonable creer que los resultados electorales habrían sido muy diferentes. En cambio, la realidad de una mujer negra y otra india compitiendo por el liderazgo solo resalta aún más las profundas desigualdades inscritas en el tejido de nuestro panorama político.
¿Cuándo alguien más defenderá a los vulnerables?
Reconozco mi privilegio como mujer blanca heterosexual y reconozco que, si bien mis derechos reproductivos están protegidos de forma segura por la Enmienda de Igualdad de Derechos de Nueva York, muchas personas sufren. Los llamados a la fuerza en medio de estas crisis resuenan profundamente e invocan frustración en lugar de unidad. Me comprometo a defender a la comunidad trans y a los grupos LGBTQIA+ más amplios que están en la mira de Trump y su administración.
Además, defenderé a las personas marginadas, especialmente a aquellas que no tuvieron voz en este proceso electoral debido a su edad. Mi apoyo estará dirigido al 48% de las mujeres blancas y a más del 90% de las mujeres negras que votaron por Kamala Harris. Se merecen mi apoyo, pero me desilusiono cuando pienso en la mentalidad de aquellas mujeres que no apoyan a otras.
Al 52% de las mujeres blancas que apoyaron a Donald Trump, no les deseo que sufran, pero no puedo pasar por alto las ramificaciones futuras de sus decisiones. El impacto de la agenda de Trump, en particular en lo que respecta al Proyecto 2025, puede causar una adversidad generalizada. Espero que quienes votaron a su favor lleguen a comprender la responsabilidad de sus acciones.
Esta expectativa de seguir siendo una mujer fuerte mientras otras se dejan engañar me pesa mucho. Sin embargo, persistiré en mi compromiso de apoyar a quienes, sin duda, se enfrentarán a realidades más duras que la mía. Vivir en Nueva York me otorga ciertos privilegios, pero soy profundamente consciente de que las repercusiones de una posible segunda presidencia de Trump resonarán mucho más allá de mis circunstancias. A todos los que se sienten vulnerables o temerosos, quiero asegurarles que estoy aquí, lista para luchar junto a ustedes y dedicada a ser una aliada firme en estos tiempos difíciles.
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