La victoria de Trump plantea interrogantes sobre la moral y la democracia estadounidenses después de las elecciones

La victoria de Trump plantea interrogantes sobre la moral y la democracia estadounidenses después de las elecciones

Es evidente que los recientes acontecimientos han dejado a muchos de nosotros incrédulos.

Como muchos, esta mañana me desperté con una profunda sensación de consternación después de una noche de insomnio. ¿Cómo pudo repetirse esta situación? A pesar de ser un delincuente convicto, Donald Trump parece estar preparado para otra presidencia. Esto plantea inquietantes preguntas sobre nuestra brújula moral: ¿Cómo llegamos a este punto tan rápidamente? ¿En qué puntos se desvió Estados Unidos del rumbo y podemos volver a encontrar mejores principios?

El panorama actual es preocupante. Numerosas personas celebran lo que muchos perciben como el ocaso de nuestra democracia. El reconocido comentarista Jonathan Capehart expresó esta mañana un punto de vista crítico.

Como señaló Capehart, “las encuestas no votan, la gente vota”. Anticipábamos un ciclo electoral complicado, un sentimiento que ahora parece subestimado. Los partidarios de Trump no sólo son apasionados sino también ferozmente dedicados. Su lealtad no parece verse afectada por su juicio político y su condena, lo que debería preocuparnos a todos. Además, la indiferencia ante estos hechos alarmantes puede indicar un problema aún mayor: la creciente apatía entre la población estadounidense.

Cuando Capehart expresa la idea de que el pueblo estadounidense puede haber perdido su fe en la democracia, no se refiere simplemente a nuestro derecho al voto. Si bien la participación electoral sigue siendo respetable, como sociedad, parecemos estar renunciando a los ideales democráticos que sustentan nuestra forma de gobierno. La agenda de Trump y sus partidarios parecen priorizar el poder sobre los principios, y muchos ciudadanos o bien no son conscientes de la gravedad de este cambio o están engañados por falsas promesas.

La democracia abarca más que el mero acto de votar; incluye la defensa de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Con el Partido Republicano dominando tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, la consideración de los derechos humanos parece alarmantemente ausente. Es preocupante ver a muchas personas engañarse a sí mismas pensando que sus intereses están representados por quienes están en el poder. Para aquellos que no encajan en el perfil de los hombres blancos y adinerados, la administración de Trump y su base muestran poco respeto, a menudo burlándose de las mismas personas a las que deberían estar sirviendo.

Las elecciones de 2000 fueron mi primer recuerdo de agitación política, y tenía la esperanza de que aprendiéramos algo de esa perturbación excepcional. Si bien las elecciones posteriores de 2008 y 2012 insinuaron brevemente algún progreso, ya han pasado más de dos décadas desde ese momento crucial. Durante este período, hemos visto un marcado declive de la integridad moral en todos los ámbitos. El progreso fugaz que logramos plantea interrogantes sobre su sostenibilidad.

Estamos atravesando un momento extraordinariamente precario, no sólo para nosotros, sino a nivel mundial. Las implicaciones de estos acontecimientos son de largo alcance y, aunque tal vez recién comencemos a presenciar sus efectos, las consecuencias de nuestra trayectoria actual se harán evidentes antes de lo que pensamos.

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